Karate y discapacidad
Si bien es difícil precisar su origen exacto, existe cierto acuerdo que considera al karate como una adaptación japonesa a las influencias chinas derivadas del kung-fu. A través de la popularización lograda por el cine y la televisión, así como por la intensa influencia cultural nipona, el karate es probablemente el arte marcial más conocido, en el cual se postula la posibilidad de vencer al oponente con un único impacto.
Esta repercusión ha llevado a que los torneos mundiales y los Juegos Olímpicos sean el centro de atracción de la actividad de los karatecas. Sin embargo, como ocurre con otros deportes individuales y colectivos, el karate ha accedido a otros caminos de notable rendimiento, como ocurre con la rehabilitación de pacientes con distintos niveles de discapacidad.
De este modo, se han elaborado variantes del karate que pueden practicarse desde una silla de rueda. Se recuerda aún el impacto mundial que provocó la presentación de los karatecas con discapacidad motriz en los Juegos Paraolímpicos anexos a las Olimpíadas de Barcelona en 1992. El creador de esta estrategia, el doctor Pereda, logró adaptarlo incluso a individuos con limitaciones psicofísicas relevantes y constituye un recurso para planificar la rehabilitación de numerosos pacientes con paraparesias de distintas causas. Esta versión del karate, conocida con el nombre de garyu-ryul, comparte con su disciplina de origen su condición de deporte y de herramienta de defensa personal, con la alternativa de optimizar de forma simultánea el desarrollo motor y físico, por un lado, y la templanza de la personalidad, por el otro.
En el caso de los pacientes con limitaciones por discapacidad, la realización de prácticas grupales de karate podría elevar también el bienestar individual y la autoestima, cumpliendo de esta manera una misión asociada a la rehabilitación física.
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