Magia y Seguridad del Parapente
El parapente es una de las más bellas actividades deportivas relacionadas con la naturaleza y vinculadas de forma directa con la intrépida disciplina del paracaidismo. De hecho, la propia palabra “parapente” es la fusión de “paracaídas de pendiente”.
Desde el punto de vista estrictamente técnico, el aficionado al parapente tripula un planeador (como tal, libre de motor) completamente flexible, ya que las alas de estos equipos no contienen estructuras rígidas. El peso de los parapentes es muy variable y depende de distintos factores, pero puede oscilar entre los diez y los veinticinco kilos.
El vuelo en parapente, a diferencia de lo que se observa en el paracaidismo clásico, es de tipo pendular, por lo cual el control directo del deportista involucra a los planos correspondientes al cabeceo (uso de acelerador y 2 frenos simultáneos) y al denominado alabeo (en el cual se involucran ambos frenos y el propio peso del piloto). Al carecer de una cola o de alas traseras, el piloto no puede establecer vuelcos de guiñada durante la travesía, lo cual debe tenerse en cuenta particularmente en los vuelos de alta montaña, en los que el planeador es sometido a corrientes ascendentes y descendentes de gran turbulencia.
Más allá de la sorprendente belleza de la práctica del parapente, es esencial recordar su altísimo riesgo, por lo cual es necesario el uso de cascos, protección para las articulaciones expuestas, paracaídas de emergencia ante falla del equipo principal y elementos básicos de conectividad, entre los cuales sobresalen el uso de radios y sistemas de posicionamiento global (GPS). Dado que en muchas naciones no existen normas reguladoras para la realización de la actividad, se considera esencial el criterio correcto y el profundo sentido de responsabilidad del deportista antes de aventurarse en el uso inapropiado de los parapentes.
Foto: Corrientes Outdoor
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